Te cuento sobre mí

Mi nombre es Graciela Escudero.

FORMACIÓN ESPECÍFICA ENTRENADORA PERSONAL EN ACTIVIDAD FÍSICA

Soy Personal Trainer por la NSCA. Certificada en el 2020 y recertificada en el 2023. La NSCA es una entidad muy prestigiosa y a través de sus sedes en todo el mundo garantiza la formación continua y el intercambio de información actualizada entre los profesionales que la conformamos.

Con anterioridad me había formado como Entrenadora Personal de Nivel Europeo, Monitora de Fitness y Técnica en Fisiología Deportiva en el Instituto ISAF. 

He realizado numerosos cursos y sigo formándome continuamente, pero quiero resaltar el curso de Entrenamiento en Obesidad y Cáncer (con el Dr. Javier Butragueño y Mario Redondo) en 2023. Que ha sido determinante en el giro que está dando mi interés profesional. Desde mi trabajo de investigación en el área de la biología he trabajado conceptos de metabolismo y es el marco teórico más relevante para entender el entrenamiento en personas con cáncer y con obesidad.

Antes de certificarme como entrenadora personal tengo formación científica hasta el nivel de Post-Doctorado, en Groningen University, Universidad de la Plata y Universidad de la Patagonia S.J.B. He trabajado en el campo de la investigación biológica por más de 20 años. El enfoque científico (esto es una infinita curiosidad y rigurosidad en el manejo de la información) es mi manera de trabajar en todas las áreas.

Mi primer Título profesional es de Magisterio. He ejercido la docencia a nivel de Secundario y Universidad. El tiempo me ha demostrado que la mejor manera de aprender es enseñando y que en cada persona hay un genio esperando salir a la luz.

Nací en Comodoro Rivadavia, una ciudad en la costa atlántica de la Patagonia Argentina (eso está al sur del sur). El recuerdo de mis juegos infantiles es con mis primos, generalmente corriendo o juegos que requerían hacer algo físico, saltar, colgarse, subir, etc. Subir cerros, árboles, andar en patineta, patines, bicicleta y todo lo que sea moverse. Desde los 3 años mi madre nos llevaba al Club (Deportivo Huergo) donde tomé clases de tenis, danza, patín y natación. Un poco más tarde comencé con los deportes náuticos (en el Club Náutico Espora), aprendí a andar en kayak a los 12, windsurf a los 15, a navegar en vela ligera poco después, y antes de los 18 ya era Patrón de Yate y había hecho varios cruceros y regatas en las costas del mar patagónico.

No puedo determinar cuándo comencé a correr. La sensación es que comencé siendo niña y nunca dejé de hacerlo. Correr era parte de mis juegos y jugar es algo muy serio. Con el tiempo van cambiando las reglas y del juego a competir hay una línea borrosa. En el primer año de secundaria hicieron un Test de Cooper (12 minutos corriendo sin parar) a toda la clase, esa fue la primera vez que era consciente de que este juego se podía medir. A raíz de esa marca, uno de mis primos mayores (Jorge Arturo, quien ya era Profesor de Educación Física y había competido en Atletismo) me animó a practicar atletismo. Comencé con las competencias intercolegiales, luego en el equipo de mi ciudad y las interprovinciales, hasta que ser parte del equipo de alto rendimiento. Toda mi adolescencia bajo la influencia de un gran equipo de entrenadores y compañeros con los que aprendí el valor del compañerismo, el don de gentes, el cuidar el cuerpo desde la prevención y la planificación a conciencia. 

La primera vez que me colgué un dorsal con número en el pecho fue representando a mi colegio en las competencias intercolegiales, luego representé a mi ciudad y mi provincia. Al principio competía en carreras de fondo (medias distancias). Entre temporadas de competición hacíamos trabajo de fuerza y la pretemporada en los cerros, lo que nos preparaba para competir en algunas carreras de campo través (trail le llaman ahora por aquí). El primer año que la marcha atlética se incorporaba a los deportes olímpicos, comencé a practicarla. Según palabras de mi entrenador, aprendí rápido y bien la técnica (es una disciplina cuya técnica es evaluada por jueces durante toda la carrera y se penaliza el no realizar bien la técnica). Fui marcando récords para la categoría menores en 3000, 5000 y 10.000mts y entiendo que alguno de estos récords aún se mantienen para mi provincia (somos pocos, je, je). Mi mayor logro fue llegar a ser tercera a nivel nacional para la categoría juvenil (cuando yo aún estaba en categoría menores).

Por aquellos años también jugaba al Hockey (sobre césped) en el Equipo de Chenque Rugby Club. Jugar, correr, ser parte de un equipo, compartir con amigos, aspirar a ser mejor en la próxima oportunidad, es parte de l aprendizaje de esos años. Hemos levantado algún trofeo también, pero lo importante siempre fue disfrutar del juego.

En la adolescencia mi medio de transporte era la bicicleta. Comodoro Rivadavia es una ciudad de cerros que caen al mar, iba del estadio de atletismo al club náutico y de vuelta a casa. Correr un triatlón (y ganarlo) con 16 años es otra de las experiencias que recuerdo como un gran aprendizaje. Es difícil llevar varias disciplinas a la vez, requiere mucha energía y es importante saber qué es lo que realmente deseamos. 

La náutica se transformó en mi prioridad y se benefició di mi buena condición física. Comencé a hacer también buceo y a interesarme por la naturaleza. Dejé de colgarme dorsales en el pecho y volví a correr solo por el placer de compartir kilómetros con amigos y mantenerme en buen estado físico. Esto se mantendría hasta pasados los 40 años.

Mi pasión por los barcos me llevó a participar en la construcción de un velero y navegar en él desde Patagonia hasta Europa (esa es una historia muy larga para dar detalles por aquí).

Era el año 1992, en aquel viaje llevábamos un mensaje por un mundo mejor. Nuestro viaje coincidió con la conmemoración de los 500 años del encuentro de culturas, un evento que cambió la concepción del mundo. El descubrimiento de américa cambiaría la historia de la humanidad y por tanto también la mía. 

Mi interés por la naturaleza me llevó a apuntarme en la carrera de Ciencias Biológicas. Durante el viaje en el velero Gandul tuve oportunidad de explorar ambientes exuberantes, frágiles e imponentes. Participamos de plantadas en Uruguay, estuvimos en la previa de EcoRio, vimos plásticos flotando el medio del océano, el mundo de contradicciones se descubría ante mí. Bajé del barco luego de que este estuviera expuesto en el Guadalquivir en la Expo Sevilla ´92. Volví a casa convencida que quería hacer de este un mundo mejor. Sigo convencida de ello, cada uno de nosotros puede poner su granito de arena para hacer de este mundo un sitio mejor, cada uno desde su rol, cada persona con su intensión, su interés y sus acciones.

Me gradué de bióloga y el mismo año comencé a trabajar en investigación en Estados Unidos, luego fui a Holanda, donde continué mis estudios de postgrado. Quise volver a Argentina, ya con mi familia, donde seguí con mis estudios de doctorado (U. de La plata) y Post-doc (Centro Nacional Patagonico). El derrotero científico me llevó a Suecia (U. de Upsala) y continuó por España (U. Pablo de Olavide, en Sevilla). 

La mayor parte de la vida de mis hijos ha transcurrido en Sanlúcar la Mayor, una localidad de la provincia de Sevilla. Aquí he vuelto a correr carreras populares y dos maratones. He retomado la navegación en equipos de regata de veleros categoría crucero en las provincia de Huelva, Bahía de Cádiz y Campo de Gibraltar.

La sensación es que nunca he dejado de correr y hacer actividad física. Gracias a mis entrenadores de la adolescencia, sé que para evitar lesiones es importante tener músculos fuertes, potentes. He tenido épocas de más o menos actividad, para equilibrar las demandas de ser madre de dos hermosas personas, esposa, científica y todos los roles que he decido asumir en mi vida. Yo sé lo que significa mantener un cuerpo sano y activo a lo largo de los años. Sé que no es fácil, pero sé que es posible.

Cuando mis hijos fueron un poco más grandes, mientras me aficionaba cada vez más al Padel, busqué incrementar mi capacidad aeróbica, me esforcé más por fortalecer mis músculos para evitar lesiones. Con mi curiosidad científica busqué nuevos libros, nuevos estudios y volví a entrenar cada vez más en serio. Se me sumaron amigos con los mismos intereses y me motivaba aprender para ayudarlos en sus objetivos. Así fue como paralelamente a mi trabajo en la Universidad ayudaba a otras personas a entrenar. Hasta que sentí el síndrome del impostor, ¿cómo podía aconsejar a gente sin tener un título que me avale?! Así fue, que comencé mi andadura en la formación profesional como Entrenadora Personal. Nunca pensé que este trabajo me diera las satisfacciones que he sentido. Nunca pensé que podría contagiar mi entusiasmo por la actividad física, pero es evidente que así es. Me encanta ver los cambios en las personas que entrenan conmigo. Me alegra saber que están hoy mejor que ayer. Soy feliz de tener esta herramienta que permite alargarle la vida a las personas. Sé que cuando alguien cambia su cuerpo, también cambia su forma de ver la vida y su capacidad para hacer de este un mundo mejor.

En mi historia no hay un antes y después de un cambio radical. No he tenido ese evento traumático que me ha enfrentado a la muerte y me ha hecho ver la luz transformadora. Por el contrario, es una historia de la constancia, de la suma de millones de pequeños pasos con los que he aprendido. Es una historia de superación de cada día y cada etapa, de adaptaciones a cambios graduales. Soy experta en ello y sigo aprendiendo cada día. 

Sigo navegando todo lo que puedo (en el 2022 he vuelto a cruzar el Atlántico), sigo motivándome con desafíos que son juegos que requieren de un cuerpo fuerte y ágil.

Podría promocionarme con tus fotos del antes y después, pero estoy más interesada en el después del después. La persona que serás mañana habrá incorporado hábitos, tendrá músculos y temperamento más fuerte que ayer. El cambio que los demás verán será solo una parte de tu cambio completo. La ganancia real es en salud a largo plazo, afectará a todos los ámbitos de tu vida y comienza con un Programa de Entrenamiento que se irá adaptando a tus condiciones vitales. 

Se trata de vivir un día a la vez, con un plan para un mejor futuro.